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Canon 2. Parte 2.

Al llegar al pueblo me di cuenta que no era nada tan pequeño, uno podría decir inclusive que era una ciudad, una mini ciudad talvez, pero aspecto de pueblo, poco tenía. Dicho pueblo en el cual ahora nos encontrábamos era quien nos suministraba principalmente de alimentos y todo lo necesario. La idea es coordinar grupos para que vengan a realizar las compras que se necesitan, no sólo se ahorraba al comprar por mayor, sino que como todo, es el espíritu de la manada velar por la seguridad, estar siempre acompañados, pese a que estaban seguros que nada debería pasar. Así era con muchas otras cosas, salidas a otras ciudades más grande para otro tipos de suministros, salida a distracciones y recreaciones, básicamente, evitar las salidas en solitario. Una de las muchas reglas que tenía que empezar a asimilar. Yo me cuestionaba si esa regla sería válida para nosotras también, luego entendí que no es una regla de manada, es una regla de comunidad, verme de un día para otra en la necesidad de estar pegada a alguien para movilizarme me parecía un poco frustrante, lo que me llevó a preguntarme ¿Qué concepto de la palabra "libertad" manejaban ellos?

Al volver fuimos directo a la plaza central, lugar por el cual no habíamos pasado el día anterior. Un grupo bastante grande de personas se encontraba disfrutando lo que quedaba de día, ya caía el sol y el aire empezaba a correr levemente, muchos niños jugaban y reían, cada quien se ocupaba en algo. Logré divisar a los cinco chicos que ayer se presentaron en casa, cuando puse mis ojos en ellos tuve la sensación de que sabían que era yo quien los estaba mirando.

Al estacionar el auto varias personas se acercaron, el olor en el aire era exquisito: carne, bastante cruda para haber sido asada. Tres mesas cruzaban el centro, por un instante me sentía parte de una familia italiana, y me reí del inevitable cliché que se me había venido a la cabeza, quién necesita familias italianas cuando puedo darme cuenta que es simplemente el sentido de unión familiar el tema principal, el sentido de una manada. No pude evitar sentirme un poco incómoda, pero eso no hizo que no lograra desenvolverme a mi parecer, estupendamente. Saludaba a todo el mundo y me presentaba como correspondía repitiendo mi nombre cada vez que conocía alguien nuevo. Inclusive frente a todos los chicos que en algún momento se acercaron a saludar no me sentía cohibida, aunque quizá halla estado roja como un tomate, pero eso era algo que no podría saber ha menos que se lo preguntara más tarde a Ania, quien de reojo me miraba de vez en cuando. Llegué a pensar que Alioth quizá le había entregado como misión ser mi compañera, con eso de no poder ir a ningún lado sola, o quizás una clase de supervisora o cuidadora. Era posible, pero era sólo una suposición mía.


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