Cuando abrió los ojos sentía que un camión había pasado por encima de su cuerpo. Sólo recordaba la fogata, el sentimiento de incomodidad y el dolor intenso, recordó cuando llegó a casa, la voz de Alioth… todo estaba en su memoria ahora. Se levantó lentamente asegurándose que su cuerpo le respondía, sus oídos escucharon un leve zumbido y después de eso puso atención en la conversación que provenía del primer piso.
- No le sucede nada, está bien, sólo necesita descanso.
- Pero lleva dos días en cama, estás segura que no quieres ayuda, puedo traer a alguien.
- Por favor Alioth, no insistas.
- Pero tiene razón, cómo estás segura que está bien, talvez le pasó algo… me siento tan responsable, la perdí de vista, creí que iba a transformarse igual que el resto. Vivian, disculpame por favor, aún no logro controlarme cuando estamos en grupos, me dejo llevar por el fervor colectivo, yo… la perdí de vista.
- Ania, no eres responsable de nada, ella llegó a casa sana y salva antes de que se escuchara el primer aullido, ya se los he dicho.
- Ok, te dejaremos descansar, creo que hemos sido suficientemente insistentes como para incomodarte un buen rato, avisame cualquier cosa.
-Los chicos están preocupados, me preguntan cómo está y no sé que responderles…
-Ania, diles a todos que está bien, nada malo pasará. Alioth, por favor, no te preocupes, estamos bien.
Luego de eso sintió la puerta cerrarse y las ollas de mamá sonando, al poco rato un aroma delicioso le abría el apetito. Tenía sus ojos cerrados y al abrirlos la luz le molestó la vista, pestañeo varias veces hasta adecuarse a la luz del día. Bajó las escaleras despacio y se sentó en la barra de la cocina.
-Uau, si no fuera por tu aroma, no hubiese adivinado que estabas atrás mío. Haz sido bastante sigilosa, ¿Fue intencional?
- No, ¿Qué ha pasado? Estoy un poco… bastante confundida.
- Lo sé hija, creo que tenemos que hablar, pero primero tómate esto, una sopa reconfortante.
- No me harás dormir de nuevo cierto ? -Dijo con tono sarcástico, lo que provocó la risa de su madre.
- No hija, pero no reclames, fue lo mejor que pude haber hecho, el dolor te hubiese vuelto loca.
- No reclamo, sólo que no lo esperaba. Pero, ¿Por qué he dormido dos días?
- No estaba segura de la dosis y no quería que te levantaras con todo el cuerpo adolorido.
Galia suspiró y se concentró en tomar su sopa, poco a poco sentía entrar calor a su cuerpo, un estómago reconfortado estaba listo para un banquete.
-Tengo hambre, podría comerme una vaca entera yo sola.
-No tengo vacas, pero podemos pedir algunas pizzas, o mejor hacerlas nosotras -esa idea le agradó a Galia y pusieron manos a la obra.
Después de una hora y una guerra de harina, la conversación pendiente había llegado a su fin. Ahora Galia entendía algunas cosas que antes no tenían sentido para ella. Había estado de acuerdo con llamar a Alioth y Ania para compartir toda la pizza que habían hecho y aprovechar de que ellos se quedaran tranquilos viendo con sus propios ojos lo bien que estaba Galia, a la vez, le serviría de distracción para no pensar tanto en lo que recientemente se venía enterando.
El timbre sonó, el buen ánimo les vino al cuerpo a todos, el olor a pizza salía del horno y las risas comenzaron a llenar el ambiente, pero parte de la cabeza de Galia estaba pensando en todo lo que le había dicho su madre. Hace tiempo podía sentir que las cosas no iban del todo bien con ella, sobretodo cuando el rostro de su madre se desfiguraba imperceptiblemente cuando le comentaba detalles que sentía en su cuerpo, pero ahora lo había confirmado. A su edad, debería poder cambiar en los ciclos lunares correctos, pero no lo ha logrado, todos los meses presentaba síntomas distintos, se enfermaba de una u otra cosa, pero por primera vez, el cuerpo le había dolido de aquella manera, su madre no esperaba que eso pasara, pero hasta encontrar una solución o una respuesta más cercana a lo que realmente estuviera pasando esa era la única solución que había encontrado. Lo que le molestaba era que su madre no le hubiese dicho antes que ya tuvo que haber cambiado, ella creía que era normal, que aún no le correspondía, pero ahora, ahora sí se sentía incómoda respecto al resto de jóvenes lobunos que rondaban por ahí. Ella simplemente no podía cambiar, no aún, al menos. Era una preocupación nueva en qué pensar, ¿Porqué pasaba esto? Su madre esperaba que el dolor y los espasmos musculares fueran un buen presagio, su lobo interior queriendo salir, pero no sabía cómo ayudarla, recordaba constantemente cuando le tocó cambiar a ella, cómo se sintió, pero todo fue muy natural en un momento era, y al siguiente se dejó llevar por el viento, el aullido del viento y el color de la luna para correr tras de ella frenéticamente. “Fueron buenos tiempos” era el susurro que su madre dejó escapar al finalizar su breve reflexión.
Después de todo esto tenía mayores razones para no ir al colegio.
- No le sucede nada, está bien, sólo necesita descanso.
- Pero lleva dos días en cama, estás segura que no quieres ayuda, puedo traer a alguien.
- Por favor Alioth, no insistas.
- Pero tiene razón, cómo estás segura que está bien, talvez le pasó algo… me siento tan responsable, la perdí de vista, creí que iba a transformarse igual que el resto. Vivian, disculpame por favor, aún no logro controlarme cuando estamos en grupos, me dejo llevar por el fervor colectivo, yo… la perdí de vista.
- Ania, no eres responsable de nada, ella llegó a casa sana y salva antes de que se escuchara el primer aullido, ya se los he dicho.
- Ok, te dejaremos descansar, creo que hemos sido suficientemente insistentes como para incomodarte un buen rato, avisame cualquier cosa.
-Los chicos están preocupados, me preguntan cómo está y no sé que responderles…
-Ania, diles a todos que está bien, nada malo pasará. Alioth, por favor, no te preocupes, estamos bien.
Luego de eso sintió la puerta cerrarse y las ollas de mamá sonando, al poco rato un aroma delicioso le abría el apetito. Tenía sus ojos cerrados y al abrirlos la luz le molestó la vista, pestañeo varias veces hasta adecuarse a la luz del día. Bajó las escaleras despacio y se sentó en la barra de la cocina.
-Uau, si no fuera por tu aroma, no hubiese adivinado que estabas atrás mío. Haz sido bastante sigilosa, ¿Fue intencional?
- No, ¿Qué ha pasado? Estoy un poco… bastante confundida.
- Lo sé hija, creo que tenemos que hablar, pero primero tómate esto, una sopa reconfortante.
- No me harás dormir de nuevo cierto ? -Dijo con tono sarcástico, lo que provocó la risa de su madre.
- No hija, pero no reclames, fue lo mejor que pude haber hecho, el dolor te hubiese vuelto loca.
- No reclamo, sólo que no lo esperaba. Pero, ¿Por qué he dormido dos días?
- No estaba segura de la dosis y no quería que te levantaras con todo el cuerpo adolorido.
Galia suspiró y se concentró en tomar su sopa, poco a poco sentía entrar calor a su cuerpo, un estómago reconfortado estaba listo para un banquete.
-Tengo hambre, podría comerme una vaca entera yo sola.
-No tengo vacas, pero podemos pedir algunas pizzas, o mejor hacerlas nosotras -esa idea le agradó a Galia y pusieron manos a la obra.
Después de una hora y una guerra de harina, la conversación pendiente había llegado a su fin. Ahora Galia entendía algunas cosas que antes no tenían sentido para ella. Había estado de acuerdo con llamar a Alioth y Ania para compartir toda la pizza que habían hecho y aprovechar de que ellos se quedaran tranquilos viendo con sus propios ojos lo bien que estaba Galia, a la vez, le serviría de distracción para no pensar tanto en lo que recientemente se venía enterando.
El timbre sonó, el buen ánimo les vino al cuerpo a todos, el olor a pizza salía del horno y las risas comenzaron a llenar el ambiente, pero parte de la cabeza de Galia estaba pensando en todo lo que le había dicho su madre. Hace tiempo podía sentir que las cosas no iban del todo bien con ella, sobretodo cuando el rostro de su madre se desfiguraba imperceptiblemente cuando le comentaba detalles que sentía en su cuerpo, pero ahora lo había confirmado. A su edad, debería poder cambiar en los ciclos lunares correctos, pero no lo ha logrado, todos los meses presentaba síntomas distintos, se enfermaba de una u otra cosa, pero por primera vez, el cuerpo le había dolido de aquella manera, su madre no esperaba que eso pasara, pero hasta encontrar una solución o una respuesta más cercana a lo que realmente estuviera pasando esa era la única solución que había encontrado. Lo que le molestaba era que su madre no le hubiese dicho antes que ya tuvo que haber cambiado, ella creía que era normal, que aún no le correspondía, pero ahora, ahora sí se sentía incómoda respecto al resto de jóvenes lobunos que rondaban por ahí. Ella simplemente no podía cambiar, no aún, al menos. Era una preocupación nueva en qué pensar, ¿Porqué pasaba esto? Su madre esperaba que el dolor y los espasmos musculares fueran un buen presagio, su lobo interior queriendo salir, pero no sabía cómo ayudarla, recordaba constantemente cuando le tocó cambiar a ella, cómo se sintió, pero todo fue muy natural en un momento era, y al siguiente se dejó llevar por el viento, el aullido del viento y el color de la luna para correr tras de ella frenéticamente. “Fueron buenos tiempos” era el susurro que su madre dejó escapar al finalizar su breve reflexión.
Después de todo esto tenía mayores razones para no ir al colegio.
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