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Columna y Columnista

ofreciendo una opinión o punto de vista sobre un tema de actualidad, o una mera disquisición por parte del escritor del mismo.

El columnista se basa en su experiencia y conocimientos de un ámbito determinado para analizarlo y desarrollar un comentario subjetivo respecto al mismo. Generalmente, los columnistas se especializan en una materia determinada expresando así su opinión sobre asuntos políticos, internacionales, deportivos, culturales o sociales en función de sus conocimientos.


Para desarrollar su actividad, el columnista recaba información de muy diversas formas: realiza entrevistas, establece contactos con fuentes acreditadas o se persona en los lugares donde se desarrollan los hechos tales como convenciones, eventos deportivos, foros, comparecencias parlamentarias o actos sociales. Una vez obtenida la información, la analiza y escoge lo más relevante como objeto de su columna desarrollando su argumentación y vertiendo sus opiniones de acuerdo a los hechos presenciados o los datos obtenidos.

Con la periodicidad contratada que puede ser diaria, semanal, quincenal, mensual, etc. da forma a su colaboración. Escribe el texto en el formato y extensión acordadas con la redacción y la envía al medio de comunicación para su aprobación antes de su publicación.

A menudo, los columnistas son un referente dentro de la publicación con los cuales los lectores identifican la línea ideológica o de pensamiento de la misma.

El columnista se basa en su experiencia y conocimientos de un ámbito determinado para analizarlo y desarrollar un comentario subjetivo respecto al mismo. Generalmente, los columnistas se especializan en una materia determinada expresando así su opinión sobre asuntos políticos, internacionales, deportivos, culturales o sociales en función de sus conocimientos.

Para desarrollar su actividad, el columnista recaba información de muy diversas formas: realiza entrevistas, establece contactos con fuentes acreditadas o se persona en los lugares donde se desarrollan los hechos tales como convenciones, eventos deportivos, foros, comparecencias parlamentarias o actos sociales. Una vez obtenida la información, la analiza y escoge lo más relevante como objeto de su columna desarrollando su argumentación y vertiendo sus opiniones de acuerdo a los hechos presenciados o los datos obtenidos.

Con la periodicidad contratada que puede ser diaria, semanal, quincenal, mensual, etc. da forma a su colaboración. Escribe el texto en el formato y extensión acordadas con la redacción y la envía al medio de comunicación para su aprobación antes de su publicación.

A menudo, los columnistas son un referente dentro de la publicación con los cuales los lectores identifican la línea ideológica o de pensamiento de la misma.

l columnista no es un literato, sino un actor. Debemos pontificar sobre lo humano y lo divino, ofreciendo al lector la apariencia de que estamos documentados y dominamos cualquier asunto. Aquellos temas que desconozcamos por completo son los mejores para desarrollar nuestra prosa, que se encontrará con un territorio virgen. Por eso lo reflejado en el punto II: la cultura sólo conduce a la indeseable especialización, y de ahí al ensayo hay un paso (recuerden que un ensayo tiene al menos 250 páginas, con lo que nuestro estilo de vida se va al traste). Recapitulemos: el columnismo es un espectáculo, y el show debe continuar.

Hay que evitar el estilo propio al escribir. No queremos pasar a la historia, sino mantenernos económicamente dando los menos palos al agua posibles. La falta de estilo nos permite tratar multitud de cuestiones con cualquier tono que vaya de la fina ironía a la solemnidad de postín, de la escatología al breve estudio filosófico, del chascarrillo a la musicalidad poética. De esta manera podemos adaptarnos a cualquier director, tanto de nuestro periódico (si se produjesen cambios) como de la competencia (que siempre puede realizar jugosas ofertas). Además, esta ausencia de personalidad posibilita la creación de heterónimos muy variados con los que mantener polémicas y acaloradas discusiones en la sección de cartas al director, algo que entusiasmará a los mandamases, sobre todo en épocas en las que estemos algo bajos de inspiración, bien por el cansancio o por el agobio que produce el miedo al documento de Word en blanco.

La libertad supone un grave obstáculo para el columnista, que ha de actuar como un camaleón. De este postulado se deriva otra característica básica: no tendremos ideología (y a ser posible también pocas ideas). Si nos llama un medio de la derecha más retrógrada nos convertiremos en rancios fascistas. Si nos llama la izquierda más intolerante nos convertiremos en rancios fascistas. Recuerden nuevamente que somos mercenarios de la hamaca y el pai-pai. Si a alguien no le gustan nuestros principios los cambiaremos como buenos marxistas (de Groucho).

El columnista nunca debe cometer el gravísimo error de considerar inteligentes a los lectores, esa masa informe y fácilmente manipulable. Por ello, y a pesar de que podamos escoger un amplio abanico de temas, siempre intentaremos tratarlos de forma maniquea, es decir, procurando que nuestro público se divida en tigres y leones, blancos y negros, izquierdosos y derechosos, síes o noes, a nuestro favor o en nuestra contra. Para ello basta apelar a los más bajos instintos futbolísticos, a algunos conceptos políticos que se dan en el colegio, al feminismo o machismo de chiste, o bien a que la juventud está perdiendo los valores. Estos argumentos se pueden meter, con o sin calzador, en cualquier instante. Recordemos que tan importantes como nuestros incondicionales son los detractores acérrimos, que con sus protestas e insultos nos fortalecerán ante el director.

“Su prosa es puro adorno al servicio de la nada” (esto también es un mérito como saben, pero los “artistas” lo llevan fatal). Equivale a cuatro ojos.
c) “La mitad de las veces habla de varias cosas sin que haya hilo central, y no se entiende lo que quiere decir, eso sí, adjetiva con primor” (esto supone ya un ataque frontal). Equivale a capitán de los piojos.

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